Vas corriendo tras ese vagón completo, apurado y sin pedir permiso, intentando llegar, con tu bicicleta, a ese furgón repleto sin pensar en aquel aviso Llegas, viejo andariego, con espanto y oteando las miradas que pretenden descifrar, de improviso, tu pensar y tu sentir en pleno viaje hacia ese viejo sentimiento: el trabajo con compromiso Bajas en Once y encuentras el andén para andar solito, para rodar esos rayos luminosos que te llevan a buscar el ansiado paraíso, el que buscas tras las letras de molde y que amaga esconderse el muy maldito, para soñar otro camino que permita vivir con lo preciso Encuentras esa calle, esa avenida, que te hace sentir cercano al perdido hábito pero resulta, tan sólo, otra andanza hacia el fracaso al ver ese temido cartelito: no hay más lugar y vuelves a andar hacia otro perdido regreso...
miércoles, 2 de noviembre de 2005
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