lunes, 9 de julio de 2007

NIEVE

BLANCA BUENOS AIRES
 
El viento gélido atraviesa las calles de la ciudad,
imponiendo el rumbo para aquellos que se atreven a desafiarlas
y expresando la cruel realidad,
la del invierno sin escalas.
 
La llovizna tenue y el cielo gris agravan esa maldad,
la de la naturaleza que nos obliga a aceptarlas,
para darnos cuenta de nuestra vulnerabilidad,
de nuestra propia debilidad para enfrentarlas.
 
Pronto se transforma en nieve, gruesos copos en gran cantidad,
que puebla las callles y las veredas como aquellas novelas,
como aquellos cuentos envueltos en sueños, con simple naturalidad,
para indicarnos esa blanca Buenos Aires que sabe adueñarlas.
 
Blanca Buenos Aires, como en 1918, es esa realidad
la de un día no esperado y en simple vulgaridad de batallas,
mientras la Independencia es un sueño ultrajado por esa banalidad,
la de los políticos que se regodean en el calor de sus casas, olvidando a las masas en sus futuros sin alas...
 
NEVADAS
 
Cosa extraña la nieve en estos lares,
pocas veces se ha presentado
para darnos la belleza pulcra de sus mantos particulares,
donde todo pasa en tren encantado.
 
Cosa extraña, en pliegues irregulares,
que se presenta en trozos pequeños, apenas plasmado,
para saber que este invierno tiene esencias peculiares
y nos lleva a lo que, alguna vez, hemos imaginado.
 
Siempre pensamos en otros hogares,
en otros extremos de la Argentina, si lo hemos pensado,
cuando hablamos de los copos blancos, sin otros pesares,
pero hoy la vida nos sorprende con ese manto blanco siempre soñado.
 
Nieva en formas vulgares,
no es la nevada cordillerana, es simple nieve como regalo soñado,
como nuevo perfume que nos rodea y nos hace soñadores
aunque mas no sea para intentar vivir en el medio de un mundo sin pasado.
 
Javier Sanz
 
 09 / 07 /07
 
 

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